Época: tartessos
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
El arte del periodo geométrico

(C) Lorenzo Abad y Manuel Bendala



Comentario

La modestia del período geométrico se ofrece con sus tintes más acusados en la apariencia de sus centros de habitación. Los asentamientos tartésicos, en las fases más antiguas, no son sino poblados de cabañas de planta redondeada, con una sencilla construcción de barro y elementos leñosos. Aunque se conoce insuficientemente la organización en conjunto de los poblados tartésicos en esta primera época, se ha comprobado lo dicho en algunos que no tuvieron continuidad después, como en San Bartolomé de Almonte (Huelva) o el Carambolo Alto (Camas, Sevilla), o en fases antiguas de yacimientos como el Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla) y la Colina de los Quemados (Córdoba).
Las construcciones de algún porte arquitectónico parecen comenzar en las etapas avanzadas de este período, cerca o dentro ya del siglo VIII a. C., como consecuencia, entre otras cosas, de la elevación del nivel económico por los intercambios con los colonos. No ha de resultar extraño que los amurallamientos sean los mejor y más pronto atendidos en estos momentos iniciales, de lo que se tienen indicios en Carmona (Sevilla) y otros lugares, y puede verse claramente en el interesante centro de Tejada la Vieja (Escacena del Campo, Huelva), que empezó a amurallarse hacia finales del siglo VIII a. C., según las excavaciones últimas. La muralla se construyó mediante dos muros de piedras sin labrar, para las caras externas -en este caso en talud- e interna, con relleno de piedras y tierra; se le añadieron muros de refuerzo en el exterior, así como bastiones con el mismo fin -y con utilidad defensiva-, primero circulares y más tarde de planta trapezoidal. El alzado pudo ser en buena parte de tapial, como sugieren algunos vestigios.

En la misma época debió de construirse el gran muro de aterrazamiento del cabezo de San Pedro, de Huelva. En este gran centro tartésico, y en un contexto arqueológico del Bronce final prefenicio, se descubrió el muro, realizado con mampostería de piedras sin labrar, y el refuerzo en el centro de un gran pilar de sillares, conservado hasta cinco hiladas, dispuestas a soga y tizón. Es el testimonio más antiguo de una arquitectura evolucionada entre los tartesios, con antecedentes en Oriente y en el ámbito fenicio. Se lo considera de finales del siglo VIII a. C., a no ser que, por el contexto proporcionado por la excavación, sea de cronología algo más alta.